Antes de las seis tomar un mate,
coger el bote
y solitario remar al suroeste.

Ver a los parientes muertos
saludando en cada isla,.
Sentir el humo de sus ranchos,
el olor a pescado,
la marea que trae el reflejo de otras lunas.

Entumecerse con el rocío las manos,
silbar una canción de amor
y no volver.

De vez en cuando sumergir la cabeza
para ver, nítidamente,
el brillo de Trapalanda bajo el mar.

Fundar otra ciudad, mejor,
y lejos de cualquier país hallar un verdadero país.


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