Chilean stardust y la gramática de otro cielo. Reseña de Oscar Barrientos Bradasic.



La aparición de un buen libro de poesía siempre es una noticia feliz, un sorpresivo ademán del transcurrir humano que plantea la permanencia del carácter revelador del lenguaje, a pesar de ese constante naufragio comunicativo que acusaban los dramaturgos del absurdo. Probablemente ese aserto adquiere una doble significación cuando el poeta tiene como lugar de producción los distantes territorios de Última Esperanza (también podría ser Twin Peaks), la apropiación de una geografía tan monumental como intimidante. Eso ocurre con la escritura del magallánico Miguel Bórquez.

Su presencia en nuestra literatura no es nueva. Nos habíamos encontrado como lectores con sus incursiones poéticas en libros Poesía soundtrack (2009) y Trapalanda (2013). Hoy, sale a la luz un nuevo proyecto que ensancha y complejiza su imaginario, que vitaliza su compromiso con la palabra poética. Nos referimos a Chilean stardust (Ediciones del país flotante, 2021)

Es un libro que ante todo apuesta por la poesía como un proceso tan dinámico como la propia conformación del idioma, que se mueve acrobáticamente entre lo inabarcable y lo minimalista, entre el uso deliberado del verso en el sentido más clásico del término y la configuración de lo prosaico, entre la idea de viaje conceptual y las secretos hilos metálicos en los cuáles el idiolecto sustenta sus más desgarradores paradigmas. Allí viven, en palabras del poeta “la envergadura del amor”, “la lacra milagrera” o lo que puede resultar más elocuente, “la gramática de otro cielo”. En ocasiones, da la sensación que la cuerda tensa del lenguaje arroja un sonido que es de este mundo y que por lo tanto humaniza e historiza aún más sus versos: “por qué papá le partía las costillas a mamá/ si en nochebuena cantaba ella/ singladuras antiquísimas de dolor y rabia,/ por qué al niñito Jesús del rouge/ en mi orificio lo limpiaban si venía/ salpicando sangre/ con sus breves muñones en lugar de manos”.

Si bien el país que vive en sus líneas es aquella carga de violencia y coerción que legitima la costumbre siempre heredada y domesticada por los conservadurismos, el hablante de estos textos no teme apostar por el dialecto, por los demonizados sustratos del devenir histórico. La dictadura no es solo el triunfo de la perversión, sino también es la madre de ese imbunche llamado democracia de los acuerdos. El poeta despliega esa dimensión atronadora donde el lenguaje parece reivindicarse con la historia y luego estalla en la cotidianidad del castigo, aquella que sustenta femicidios, torturas y opresiones “entonces jugaron a besarme en la boca y no quise,/ mis adentros dije nunca no/ y por eso mi cuerpo malherido lo arrastraron/ para escarmentarlo,/ para serme colgada un inútil balbuceo/ fraguando mis demonios/ en querosén y tecnicolor”.

¿Qué es nuestra chilenidad sino un polvo de estrellas? Es decir una constante fragmentación que no logra dilucidar su ambición hegemónica y que en su dispersión se lleva también la resaca de todo lo sufrido. El libro de Miguel Bórquez justamente explora esa dimensión donde la purificación de un lenguaje homérico y total se desgrana ante lo aspectual, ante la urgente particularidad de un territorio donde lo meridional entrega una mirada diferente.

Creemos con firmeza que Miguel Bórquez es un poeta de enorme factura, en plenitud de sus recursos y del cual esperamos, en el futuro, libros tan estremecedores como el que hemos comentado.



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