Desde el fondo, en mi nicho,
fosa común,
cuneta o lecho marino,
he aprendido a negar la muerte.

Nómade y espantapájaros,
de plagiario he roto mi mandíbula,
he escrito, más allá del polvo y el gusano,
la cordillera de Chile
en mis propias vertebras.

Disímil travesía,
he acabado desde dentro de los peces,
comenzándome.

Hoy el oleaje de Chile es mi diente,
mi esperma,
mi foto en el cajón.

Soy tres mil doscientos veinticinco.

En la superficie soy nada.

Soy libre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario